Cualquier buen líder debe ser firme con los empleados, muchas veces sin tocarse el corazón, a favor de que las actividades sean realizadas eficazmente y las metas de la empresa alcanzadas.
Muchas veces, el término firmeza, inflexibilidad y autoritarismo se confunden. Para evitar dichas confusiones, se han enlistado una serie de formas y actitudes que demuestran firmeza ante los empleados, sin parecer demasiado dominante:
1. Dar el ejemplo. No existe mayor acto de firmeza y compromiso que dar el ejemplo, sobre todo si se es una figura de autoridad que requiera su equipo lo siga con pasión hacia el logro de objetivos claros. Este punto es casi sinónimo de integridad y refleja solidez, tanto de pensamiento, como de acto. Cuando se respetan las reglas, es más sencillo hacerlas respetar.
2. Manifestar confianza. Cuando el supervisor demuestra confianza en sí mismo y en su gente, está exteriorizando seguridad. Nunca debe temblar la mano ante ninguna situación o empleado porque eso denota inestabilidad, incertidumbre e indecisión.
3. Exigir siempre desde la razón. Una actitud firme demanda de exigencias y solicitudes específicas que deben ser cumplidas. Sin embargo, no es coherente hacer solicitudes que no pueden ejecutarse. Cualquier exigencia hacia un empleado debe hacerse desde la razón, siendo clara y consistente con los objetivos a alcanzar; siempre demandando su realización inmediata, estipulando plazos y reglas a seguir.
4. Corregir los errores a tiempo. Otro signo de firmeza que resulta muy sencillo, pero que a la vez muy pocos aplican, es el hecho de corregir los errores en el momento preciso; tratar de señalar y enmendar un error una vez que el tiempo haya pasado, es un símbolo de flaqueza que el empleado toma como debilidad en la autoridad.
5. No ser demasiado permisivo. Cuando una figura de autoridad comienza a resultar demasiado permisivo, pierde “poder” ante sus subordinados. Los errores y las fallas de los empleados pueden ser permitidas hasta cierto límite que nunca debe ser superado porque, desde ese momento, el respeto del trabajador hacia el líder se ha perdido y ya no es fácil recuperarlo.
6. Emplear un sistema de “recompensa y castigo”. Cuando un error, una falta o alguna situación negativa se presente, es importante para el líder con actitud firme “castigar” dicha acción para evitar que vuelva a cometerse. No significa una penitencia como tal, pero sí una sanción o advertencia en base al error. De esta forma queda clara la autoridad del líder e infunde respeto.
No obstante, la línea entre firme y autoritario no suele ser muy gruesa, por lo tanto, la recompensa por las acciones o logros que lo ameriten, no pueden ser olvidadas ni pasadas por alto.
7. Hacer cumplir las reglas. Las reglas son principios necesarios para la armonía del personal y el beneficio de la compañía; se aplican para todos en las mismas circunstancias y con la misma dureza. La mejor forma de demostrar firmeza con un empleado, es haciendo cumplir las normas por igual, sin distinción ni favoritismos. Toda vez que una regla sea rota, debe sancionarse en proporción a dicha falta.
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Es negativo. Un empleado tóxico se caracteriza por sus quejas constantes. No está contento con nada y todo le parece insuficiente e inadecuado. Suele ser una persona que no sigue las reglas y no “se pone la camiseta” por la organización porque simplemente no se siente parte de ella.
Se ausenta constantemente. A causa de que el empleo no le causa compromiso, es normal que falte frecuentemente poniendo excusas familiares o personales, o simplemente no proporciona ninguna disculpa.
Retrasa actividades. Deja sus actividades para “luego” o para “después”. Si algún colega le pide colaboración inventa excusas para “ayudarle más tarde”; siempre queda mal en la entrega de proyectos, incluso, podría ser de aquellos trabajadores que llegan tarde con mucha frecuencia.
Su productividad ha disminuido: a todos nos puede bajar la productividad, pero si esto se ve constantemente con el incumplimiento de fechas o errores ya es tiempo del adiós.

Liderazgo efectivo. Ser líder no es lo mismo que ser jefe. Mientras el jefe ordena y regaña, el líder orienta y motiva. El maltrato de un jefe es una de las causas principales por las que el empleado decide retirarse de la organización. Por lo tanto, como directivo o ejecutivo de alta jerarquía debe buscarse el liderazgo y pensar en el buen trabajador como un recurso importante que agrega mucho valor al negocio. 
Realizar encuestas de satisfacción. Es importante que se reconozcan las necesidades del trabajador, y mediante encuestas quincenales o mensuales puede medirse el nivel de “felicidad” del trabajador que le interesa a la compañía retener para poder trabajar posteriormente en ese aspecto con él.
Cultivar las relaciones interpersonales. Lograr que se genere un buen ambiente entre todo el personal borrará la idea de los empleados de querer irse. Está comprobado que las relaciones amenas entre compañeros sostienen una fuerte influencia en las decisiones de permanencia o retiro del trabajador.
Escuchar atentamente. Parece que no importa, pero la escucha activa hacia el empleado puede permitir al directivo comprender exactamente lo que está pasando con el trabajador para tratar de remediar la situación y llegar a acuerdos concienzudos y efectivos para ambas partes. Muchas veces el problema principal no es tan grave que no pueda solucionarse únicamente escuchando con empatía.
Cambio de ambiente. Puede ser un cambio de sucursal, un cambio de puesto, un ascenso y la preocupación y logro de una mejora en el clima organizacional (si esto resulta necesario).

Formación. El empleado puede ser calificado por los conocimientos que ha adquirido en el transcurso de un lapso específico de tiempo. Contabilizar y tomar nota de las conferencias, los eventos, los congresos o las comidas profesionales a las que asistió, e incluso, pueden llevarse a cabo pequeños tests de conocimientos obtenidos y no olvidar las
Eficiencia. La eficiencia es el resultado del cumplimiento constante de los cuatro puntos anteriores. Si el empleado es calificado satisfactoriamente en todas las anteriores, puede darse por hecho que ha maximizado su eficiencia y, por lo tanto, forma una parte muy importante del equipo de trabajo y es un recurso que debe ser conservado.
Clasificación alterna. Se clasifica a los empleados de “mejor a peor” en cuanto a las características anteriores y se anotan en listas para su posterior análisis.
Verificación de campo. Una persona ajena al equipo de trabajo o un representante de departamento se encarga de solicitar información al supervisor directo para puntuar, con su colaboración, a cada empleado del equipo. El representante prepara un informe del trabajador y lo envía al supervisor para que revise que la información es verídica y posteriormente es enviado al gerente o director responsable.
Incidente crítico. Cuando el supervisor carga consigo una bitácora y solo observa los incidentes y las conductas laborales (negativas o positivas) del empleado, para, después de aproximadamente seis meses, reunirse con él y discutir su desempeño en base a las anotaciones anteriores.